viernes, 8 de enero de 2010

así nos hizo el amor..

Al día siguiente despertó, aún con la sensación de él, despertó justo al amanecer, lo cual era algo inusual en ella, que solía levantarse cerca del mediodía, con dolor de cabeza de tanto dormir, con el sol restregando su luz en todo el cuarto obligándola a levantarse de la cama.

Esta mañana no, abrió los ojos en el momento en que el cielo comenzaba a clarear, volteó a la ventana al lado de su cama y reconoció ese azul amanecer que hace tiempo alguien le había enseñado a distinguir. Y supo que estaba amaneciendo, recordó que la noche anterior se había dormido rezando a su Dios por una señal, por ser capaz de verla y sabia para entenderla; entonces se dio cuenta que acababa de soñar algo, aún estaba fresco, casi como si fuera real, cerró los ojos para tratar de continuar el sueño justo donde se había quedado, pero fue inútil, ya estaba despierta, había cruzado la línea del sueño a la vigilia, las imágenes se desvanecían.

Pese haberse desvelado la noche anterior y las pocas horas que había dormido, ella sentía una lucidez extraña, se sentía más despierta que nunca, pero serena, aún con la sensación de él...en ella, quizá por esto estaba tranquila, las voces de su cabeza aún dormían.

Todo un día juntos, recordaba con una inevitable sonrisa, era un recuerdo quinestésico, estaba en su cuerpo, no eran palabras. Un día perfecto: frío, nublado, sin ningún pendiente, comer juntos, compartir la cama, tomar café, ir al cine, filosofar de la vida....eso era todo lo que ella deseaba y había sucedido en un mismo día.

Todo un día con él, un día dedicado a ella. No tenía la certeza de ser la única mujer en su vida, y tenía tanto miedo de saber la verdad que nunca se lo hubiera preguntado, procuraba ser respetuosa con su libertad aunque por dentro se moría de celos y de cualquier forma sabía que si él tuviera a alguien más, ella lo perdonaría, porque lo amaba, aunque no se quisiera dar cuenta.

Así que procuró evadir a toda costa estos pensamientos, porque este día era su día y eso fue suficiente para que los siguientes días no pudiera desimpregnarse de la escencia de aquel hombre de ojos fijos.

Nunca antes él había besado su mejilla de esa forma, la abrigó del frío, escuchó pacientemente sus quejas durante horas, hasta le dio consejos sobre sus deseos de juventud (a pesar de que a él le parecían tontos), le dio un masaje en la espalda y la abrazó en diferentes momentos del día, le dio el abrazo de “año nuevo” más largo de su vida, un abrazo que terminó bajo las cobijas, hablando sobre sus padres y su infancia con besos intermitentes y caricias en el cabello, y después él le preparó de comer un humeante caldo de verduras, caminaron, tomaron el camión, él le preguntó sobre sus pretendientes, tomó su mano sorpresivamente en el cine, la apretó fuerte y casi al final del encuentro él le abrió su corazón, le habló sobre su tristeza más grande, compartió su dolor y ella sintió tantos deseos de abrazarlo y de aliviar su pena, que se quedó paralizada, sólo escuchándolo, no podía mover ni un sólo dedo, en realidad estaba feliz, nerviosa, radiante y tan torpe! con las emociones a flor de piel, que hasta lloró en la parte más triste de la película, pero él no se dio cuenta.

Dicen que todo el mundo sabe reconocer los ojos de una persona enamorada, pues bien, cuando ella estaba con él lo miraba fijamente, con sus ojos grandes y trasparentes, no podía dejar de mirarlo, cada parte, cada detalle de él, con una combinación entre ternura y pasión, incluso hasta aquella pelusa en el ojo le parecía linda, lo hacía humano, pero ni sus defectos como el sonarse la nariz como viejito o su mal gusto para vestir, le quitaban ese aire etéreo que ella no podía dejar de contemplar. Definitivamente estaba enamorada.

No podía negarlo más, estaba enamorada hasta las rodillas. Se había preguntado mil veces si él lo sabía, si ya habría notado el brillo en sus ojos o si alguna vez se le había escapado algún te amo mientras hacían el amor.

Selló la despedida con un pequeño beso en la orilla de los labios. -¿Te vas a conectar cuando llegues a tu casa?– preguntó él. -¡Sí!- dijo ella, sin dudar, deseando que ese encuentro no terminara nunca. Entonces él se alejó tras las puertas del centro comercial.

...

Cuando ella se conectó, él ya estaba en línea, la saludó: -Espera, ya regreso-. Y ella lo esperó y lo esperó, pasó una hora y él no atendió sus mensajes, y ella lo siguió esperando, hasta la 1:50 a.m. que despertó con la cabeza recargada sobre la pared y la laptop sobre las piernas con el protector de pantalla aluzando el cuarto oscuro. Él seguía conectado, no había contestado una sola letra. Los medios electrónicos aveces suelen ser muy fríos.


A las 2:00 a.m. decidió irse a dormir y no insistir más, no quería hostigarlo, trataba de mantenerse al margen, que él la sintiera cerca, presente, pero no hostigante o demandante, luchaba con todas sus fuerzas por no esperar algo más de él. Él era un hombre libre, no debía hacerse ilusiones, ella lo sabía muy bien, siempre lo supo ¡pero era lo más difícil del mundo!

-Buenas noches, que descances- escribió ella como despedida, seria, sin ningún emoticon.
También me voy a dormir- respondió él, al otro lado de la pantalla y desapareció.

Ella no sabía si todo ese tiempo él había estado ahí y no había contestado. Lo que si sabía era que ya había terminado su día. Apagó la computadora y se metió bajo los cobertores, abrazó su perro de peluche y su almohada, apretó un rosario en sus manos y cerró los ojos implorando al Universo una señal.

1 comentario:

  1. mais quelle intesité

    cest bonne


    mais, je ne sais pas cest un bon travail

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